La historia de este pequeño pueblo no sale en los libros de historia ni en las wikipedias, pero resta en la memoria de aquellos quienes lo han habitado y cuidado durante tantos años.
Mi abuelo me explica que nació en 1930 en casa, en la habitación que más adelante dormiría durante tantos años. Ca de Güí, este es el nombre que recibía (y todavía recibe) su casa, el lugar donde se remonta toda la historia de Senet Rural.
Me dice que cuando era pequeño iba a la escuela justo delante de su casa. El local, que actualmente opera como espacio social y pequeño centro de atención médica, antes era una pequeña aula donde una quincena de niños y niñas de edades diversas compartían clase, maestra y conocimientos. Entonces, la niñez era muy breve y la vida adulta se iniciaba bien temprano. Los catorce años indicaban la edad de trabajar.
Me explica que los senetinos y las senetinas eran agricultores y ganaderos, pero principalmente, eran carpinteros. Se dedicaban a talar árboles para hacer mesas y venderlas los viernes al mercado de Pont de Suert. Con el que ganaban aprovechaban para hacer la compra de víveres allí mismo porque a Senet no había ningún establecimiento donde proveerse, aunque a menudo iban al molino que se encontraba en poco de un kilómetro del pueblo y allí cada casa hacía su pan, «y qué pan más bueno hacía mamá!» recuerda el abuelo orgullosamente. El resto de los días los dedicaban al cuidado y pasto del ganado, excepto algunos de especiales; no solo vivían para trabajar, de vez en cuando también les gustaba mucho celebrar! Los domingos, como era de esperar, iban a misa sin falta, era el punto de encuentro con todo el pueblo. También celebraban la festividad de Sant Antoni, el 17 de enero, donde cada casa lucía su ganado en un mismo prado. En Pascua la juventud del pueblo se dedicaba a cantar por la calle principal a cambio de huevos y morcilla que les daba la gente del pueblo como muestra de agradecimiento. La celebración más importante, sin embargo, era la del día 24 junio, San Juan, la fiesta mayor del pueblo en la que después de la bajada de las fallas todo el mundo bailaba en la plaza del pueblo, La Serradora. Aquel mismo día nombraban al mayordomo del siguiente año, que sería el encargado de iniciar el baile. La última fiesta relevante del año era la del 16 de agosto, que celebraban el día de Sant Roc y bailaban un paso doble mientras sonaba el acordeón. «Nos gustaba mucho bailar, lo hacíamos tanto como podíamos», afirma el abuelo.
En uno de estos bailes conoció la abuela, una chica joven con siete hermanos que ya desde pequeña había vivido de cerca la miseria de la posguerra. Ella había nacido en Nerill, un pequeño pueblo ribagorzano, pero pronto se instaló en Senet para vivir con el yayo.
Ca de Güí era grande, tenía tres pisos y muchas habitaciones; tenía tradición de ser el dormitorio de muchos obreros gallegos y andaluces que en aquellos tiempos construían centrales hidroeléctricas. La abuela, pues, cogió el relevo y se encargaba de la casa y los huéspedes mientras el abuelo se ocupaba del ganado y trabajaba en la Enher, una central hidroeléctrica de ENDESA que empezó a funcionar en los años 50 y dió trabajo a muchos senetinos y senetinas.
Ca de Güí no era la única casa de campo del pueblo, había dos más: Casa Lluís y Casa Mossèn Joan. Las tres casas alojaron durante veintidós años a los obreros que se dedicaban a la construcción del antiguo túnel de Viella. Entonces, la casa vió la oportunidad de ofrecer servicio de cantina para atender aquellos trabajadores y así fue como Casa Güí se convirtió el bar del pueblo. Me explica la abuela que al mediodía, cuando llegaban los obreros, les tenía preparado "un potaje de garbanzos con tocino y todo aquello que encontraba en la nevera". Más adelante, cuando ya disfrutaban de una estabilidad económica, el abuelo y la abuela tuvieron a mamá, hija única y criada en el pueblo hasta los dieciocho años. Con el éxodo rural, el turismo de montaña era cada vez más presente para la gente que vivía en la ciudad y quería un cambio de aires y con los años, la abuela ya tenía sus clientes fijos y de confianza. A finales de los años 70 vendieron el ganado que les quedaba y derrocaron el corral de las vacas y parte del pajar que el abuelo hacía años había construido; en aquel espacio edificaron unos apartamentos, justo junto a la casa, para poder alojar más personas. El corral pasó a ser un garaje y parte del pajar se convirtió en seis apartamentos; la otra parte del pajar permaneció intacta, lo ocupaban unas pocas gallinas y todas las herramientas de campo del yayo.
Dicen que la niñez, a veces, es más larga que la vida. En mi caso, el verano siempre era más largo que el resto de curso. Lo pasaba en Senet, con mi madre, mi padre, mi hermana, la yaya y el yayo. La libertad que aquel pueblo me ofrecía (sin tener nada y a la vez teniéndolo todo) era inmensa, cada día tenía muchas posibilidades. Recuerdo todavía cuando la abuela trabajaba y yo era muy pequeña, la casa estaba siempre llena de gente, arriba y abajo. Saludaban y preguntaban por ella, la señora Maria, le llamaban. Eran casi más largas las charlas que hacían con ella que su estancia. Algunos de estos seis apartamentos estuvieron en funcionamiento unos pocos años, pero con la edad, los dos soportaban peor las condiciones meteorológicas del pueblo y así fue que decidieron cerrarlos y dejar también la casa de campo que habitaban para ir a jubilarse en la ciudad, Lleida, donde vivía su hija, mi madre. El pueblo se fue convirtiendo, con el tiempo, en un respiro de aire fresco para la familia y la casa, en un templo que el abuelo y la abuela, con mucho esfuerzo y amor, habían construido. El 2019 nos tuvimos que despedir de la parte restante del pajar donde el abuelo guardaba las herramientas y tantos recuerdos, la tuvimos que abatir. Así fue que al derrocarlo, mi padre y yo, vimos que era una buena oportunidad para rehabilitar el jardín exterior de la casa y los seis apartamentos que estaban prácticamente intactos desde que la abuela los había hecho construir, para así dar vida a aquello que un día nuestros abuelos habían creado y habían imaginado. Gracias al trabajo de muchas personas (arquitectas, obreros, gestores, diseñadores...) este 2022 iniciamos este proyecto familiar: unos apartamentos rurales destinados a todos aquellos quienes quieran disfrutar de los Pirineos y conocer el pueblo de Senet. Lo hacemos con mucha ilusión y aprecio, por eso hemos querido compartir lo que significa para nosotros. Actualmente, el abuelo tiene noventa y dos años y la abuela tiene ochenta y uno y siguen viviendo en Lleida con suficiente salud. Este año han querido subir al pueblo a ver como parte de Ca de Güí pasa a ser Senet Rural. Andrea, mayo 2022
Senet Rural
c/ Santa Cecília, nº26,
Senet de Barrabés 25553 Lleida
(42º33’27.5″ N 0º45’10.0″E)